Para poder experimentar una libertad total y disfrutar de la misión que un tiene en la vida es importante dejar el ego de un lado, aniquilarlo, y avanzar. Este es un tema controversial, pues más que autoestima, estamos hablando de un reconocimiento que no somos más que “polvo y ceniza» que no somos nada, y a la vez somos creación divina, con chispas de divinidad adentro.
Cada esfera del Árbol de la Vida podríamos representarla con un personaje, con un arquetipo. Así por ejemplo, el de Jojmá sería Adán, el de Biná Eva, Jesed Abraham, Gevurá Isaac, Tiferet Jacob, Netzaj Aarón, Hod Moisés, Yesod José y Maljut David. Lo interesante de estos personajes es que son representantes de estas esferas no por ser perfectos en esas áreas, sino por sus desequilibrios en esa dimensión. Tenemos a José, el arquetipo de Yesod, un joven inmaduro con un ego muy alto, por tanto, desequilibrado. A diferencia del pensamiento cristiano, no están ahí por ser santos e inmaculados, sino porque a pesar de sus desequilibrios lograron la completitud, “Nadie puede hablar en la Cábala de «perfección», sino de perfectibilidad. Todo ser humano es perfectible, es decir, es siempre mejorable, siempre estamos ante el desarrollo de su potencial. Si partimos de la base de que lo imperfecto constituye la realidad de esta existencia, tendremos la oportunidad de percibir todo lo que podemos mejorar. La Cábala hebrea representa el método de compresión para extraer nuestras potencialidades de manera constante.”[1] En otras palabras, se negaron a sí mismos, aniquilaron el yo y extrajeron su mejor potencial a pesar de sus errores.
Uno de los personajes que más me llama la atención es Jacob, como de ser un engañador pasa a ser un hombre de acero. El pueblo de Israel tiene tres patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. Pero hay uno de ellos que le da su nombre al pueblo, Jacob, que más adelante su nombre es cambiado a Israel. El hecho que el pueblo de Israel lleve el nombre de este patriarca siempre me ha inquietado. ¿Por qué Jacob tiene el mérito de ser el Padre de Israel?
Si yo pudiese escoger por uno, sin dudarlo, escogiera a Abraham, no serían israelitas sino abramhinitas. Él a mi juicio, es el más cuerdo. Es el padre de la fe, es el que creyó sin ver, el que hospedó a los visitantes a pesar del dolor de la circuncisión. No fue perfecto, pero es un gran modelo, no fue tan conflictivo como su nieto.
Qué decir de Isaac, sin mucho protagonismo, casi no sabemos de él, pero vaya siguió los caminos de su padre Abraham. Pero ¿Jacob? Un tipo que mintió, que “se roba” la bendición, conflictivo y quizá un poco sin personalidad, o que quizá buscaba protagonismo. Cuando se encuentra en su peor miseria, tiene una visión, la de una escalera que une el cielo con la tierra y dónde ángeles bajaban y subían, En lo más alto está Dios quien le promete la tierra, al igual que Abraham, que su descendencia sería incontable y que Él estaría con él.
Jacob tiene la osadía de decirle a Dios, que, si lo bendice, lo guarda y regresa con bien, entonces será su Dios. No antes. ¿Qué acaso Jacob no se da cuenta la desdicha en la que se encuentra? No tiene nada, está lleno de miedo, va a una tierra desconocida, pero aun así él decide probar por sus propios medios si el Dios de Abraham, su abuelo y el de su padre Isaac sería el Dios de Él.
Lo quería experimentar por él mismo, por mérito propio.
Su vida no fue fácil, y vemos como las consecuencias de sus actos comienzan a verse cuando le cambian a su esposa. Cuando su suegro le cambia el salario 10 veces, cuando sufre la pérdida de un hijo, su esposa muere más adelante, en fin, su vida es un intentar, fallar, intentar. Pero quizá ahí se encuentre su grandeza, no en que fue siempre grande, sino en que, a pesar de fallar, a pesar de sufrir grandes reveses en su vida, siguió adelante y no se rindió.
Hace poco estuve leyendo acerca de la capacidad que tienen ciertos elementos para volver a su estado normal después de haber sufrido alguna deformación. Esto es lo que se conoce como resiliencia. Hay elementos más resilientes que otros, así por ejemplo el acero es un cuerpo que no importa cuantas deformaciones pueda recibir, es capaz de regresar o volver a su estado inicial. El vidrio, sería un ejemplo de un elemento menos resiliente. En psicología, la resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad y adaptarse positivamente a los cambios a pesar de sufrir situaciones estresantes.
Y ahí está Jacob, alguien que, a pesar de haber sufrido, a pesar de que las situaciones no le salieran como él esperaba volvía intentar, y en sus momentos más adversos vio al cielo. Y se convierte en un hombre de acero. Un hombre que no se doblegó ante las circunstancias, aunque fueran demasiado difíciles. Y esa esencia de luchar a pesar de, es la que hereda su pueblo, sus hijos. ¿Qué nación, qué pueblo ha sufrido por años lo que Israel ha pasado? Exilios, pogromos, expulsiones, persecuciones, y aun así sigue existiendo. ¿Qué nación se levanta, una y otra vez de las cenizas? ¿Qué pueblo tiene la capacidad de resurgir de la nada, de levantarse de la miseria con dignidad y con la esperanza que tendrán un mejor mañana? Solo los hijos de Israel.
De Jacob podemos aprender a seguir luchando, a levantarnos y en nuestra peor miseria ver al cielo y encontrarnos con Dios, y vivirlo. No con el Dios de alguien más, infantil, sino encontrarnos con el Infinito y quizá al igual que Jacob tener la osadía de experimentarlo por él mismo.
En esta visión, ya no hay escalera, en esta visión no está pasivo, acostado, observando, esperando recibir. En esta visión, él está activo, es parte de ella. Ya no hay escalera, porque quizá, la escalera que conecta el cielo con la tierra hoy es él, por medio de sus acciones, de su vida, de haber transformado la miseria en grandeza.
Nosotros también podemos ser esa escalera que conecta el cielo en la tierra, cuando vivimos en paz, cuando alcanzamos nuestro mayor potencial, cuando encontramos la razón de nuestra existencia y alcanzamos la felicidad. Cuando vivimos en rectitud de acuerdo a la ética y valores de nuestro Dios.
Quizá por eso, por levantarse una y otra vez de los infortunios de la vida, porque además tuvo el valor de pelear con Dios, es que hace a Jacob tan grande, quizá por eso lo hace el hombre de acero y el mérito que sus hijos sean llamado por su nombre.
Pero la historia de Jacob de reveses, de derrotas y volverse a levantar, no acaba ahí, hay otro episodio muy poderoso en el que podemos ver quizá su mayor transformación, cuando se niega por completo.
El cojo que se irguió con dignidad
El capítulo 32 del Génesis narra uno de los encuentro más extraños o peculiares, Jacob peleando con un ángel, algunos argumentan que fue un hombre, y de este encuentro sale su nuevo nombre: Israel, porque ha luchado contra Dios y los hombres y ha prevalecido. ¿Quién es o quién era Jacob? ¿Por qué un cambio de nombre? ¿Quién es Israel?
Podríamos llegar a pensar que, debido a este episodio, Jacob dejó de ser Jacob y pasó a ser Israel. Pero hay ciertos eventos que suceden que me hacen pensar diferente.
El nombre Jacob proviene de la palabra hebrea (עָקֵב) aqev, talón. Pero también del verbo (עקב) aqav, eludir, suplantar, engañar. Por el contrario, Esaú proviene del verbo hebreo (dyע) asá, hacer o completo. Hasta este momento Jacob, le ha hecho honor a su nombre, es el que ha suplantado, el que ha engañado, el que ha esquivado su responsabilidad.
Jacob se regresa a Beersheva y pareciera que todo se repite cuando él venía huyendo e iba con rumbo a Padán Aram, solo que hoy en sentido contrario. Cuando iba, huía de Esaú, hoy comienza teniendo un acercamiento a Esaú. Lo interesante de esto es que ahora es Jacob el que propicia ese encuentro. En su camino hacia Canaán, no tenía por qué pasar por la tierra de Seir. Sin embargo, Jacob decide enfrentar hoy, cara a cara, a su hermano. En el pasado, huyó sin dar la cara.
Algo había cambiado en Jacob, lo vemos también en los presentes que envía a su hermano y las palabras que envía, son palabras de paz, respeto, de reconciliación. No sabemos a ciencia cierta qué tramaba Esaú, lo cierto es que, al enterarse de la llegada de Jacob, se dirige a él con 400 hombres, Jacob se imagina lo peor y se llena de miedo.
Igual que cuando salió huyendo, tenía miedo, y se dirige a Dios, pero este encuentro es tan diferente al primero que tiene cuando ve la escalera con los ángeles. En aquel primer encuentro con Dios, Jacob recibe una bendición, pero él tiene la osadía de poner condiciones, y solo sí estas se cumplían el Dios de sus padres también sería el de él. Esta vez, Jacob ya no se dirige a Dios con condicionantes, ya no se acerca a él pensando ser alguien, hoy se acerca con toda humildad reconociendo su soberanía y pidiendo su ayuda.
Este hombre definitivamente no es el mismo que cruzó el Jordán. Es otro. Es más, hoy está dispuesto a perder incluso. Decide partir el campamento, las familias, pensando que, si su hermano ataca un
campamento, sobrevivirá otro. ¿Con qué dolor o agonía un padre puede decidir quién de sus hijos vivirá? El que eludía su responsabilidad, el que no daba la cara, el que deseaba ser otro, como que ha comenzado a aceptarse y actuar como se debía. Algo cambió.
Hoy Jacob, tiene la valía de enfrentarse, a su hermano, al miedo, a la pérdida y ya no importa tanto el resultado, pues su encuentro con Dios le ha permitido tener la confianza en que sea como sea él saldrá adelante. No solo se enfrenta a esas situaciones, hoy también luchará contra aquel hombre, con el Ángel, y su ímpetu es tal que no lo suelta hasta que logra que este lo bendiga, pese a que sale cojeando.
El ángel, le cambia el nombre Tu nombre ya no será más Jacob, sino Israel, porque eres grande (has luchado) ante Dios y los hombres, y has prevalecido. Pero la esencia de Jacob ya había cambiado, ya no era el mismo, hoy era el que daba la cara, el que deseaba ser otro, como que ha comenzado a aceptarse y actuar como se debía. Algo cambió.
Hoy Jacob, tiene la valía de enfrentarse, a su hermano, al miedo, a la pérdida y ya no importa tanto el resultado, pues su encuentro con Dios le ha permitido tener la confianza en que sea como sea él saldrá adelante. No solo se enfrenta a esas situaciones, hoy también luchará contra aquel hombre, con el Ángel, y su ímpetu es tal que no lo suelta hasta que logra que este lo bendiga, pese a que sale cojeando.
El ángel, le cambia el nombre Tu nombre ya no será más Jacob, sino Israel, porque eres grande (has luchado) ante Dios y los hombres, y has prevalecido. Pero la esencia de Jacob ya había cambiado, ya no era el mismo, hoy era el que daba la cara, con todo y sus errores, pues siguió siendo Jacob y su lucha entre ser Israel y Jacob sería para toda la vida, pero hoy a pesar de su cojera, se erguía con dignidad.
Completitud
Jacob-Israel llegó a ser completo, le tomó una vida, pero al final llegó. Esa es la meta de cada ser humano, o debiera serlo, no importa cuánto tiempo nos tome o cómo sea ese recorrer (pues es único para cada persona), cuántos obstáculos encontremos, lo importante es levantarnos, con dignidad y llegar a la meta.
[1] Sabán Mario, 30 Chispas de Luz, edición digital La Voz Edita y Comunica, España, 2019, pág. 39